La Barrica de la Oca

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domingo, 6 de abril de 2008

Alba de Tormes

El origen histórico de la villa de Alba de Tormes es incierto, según el P. César Morán corresponde a un castro prerromano y luego a un núcleo de población romana con el nombre de Albocola. Por otro lado, hay indicios que hunden las raíces de su ocupación a los primeros períodos prehistóricos en relación con su situación topográfica en la margen derecha del río Tormes. En las terrazas del río, próximas a la villa, encontramos yacimientos de industrias líticas Achelenses del Paleolítico Inferior que se corresponden con bifaces fabricados a partir de cantos rodados de cuarcita. Además, la ribera del Tormes está salpicada de restos de sepulcros megalíticos, el más común es el dolmen de corredor, del Neolítico final y del Calcolítico.

El paso de sucesivas culturas han dejado huellas poco visibles en el solar albense. La única referencia de la antigüedad es de época romana y corresponde a restos de cerámica tosca y fragmentos de tégulas del poblado de Las Revillas, al sureste de Alba de Tormes: También, en las proximidades de la villa, se reconoce la calzada romana a Salamanca y se intuye el trazado aproximado del puente de esta época.

En el siglo X, después de un período sin noticias de Alba de Tormes, aparecen de nuevo referencias de la población con el establecimiento de la frontera entre los cristianos y los musulmanes en el río Duero. El monarca leonés Ramiro II, tras la derrota del ejército musulmán en Simancas (939) y la victoria en Alhandega, pobló las ciudades abandonadas con gentes leonesas y de otras naturas, aunque la repoblación de la “Extrema Durii” no se consolida hasta la caída de Toledo en el año 1085. El definitivo proceso repoblador fue ordenado por Alfonso VI al conde francés don Raimundo de Borgoña y a su hija la infanta doña Urraca, cuando cesaron las incursiones de Almanzor y Ghalib.

El 4 de julio de 1140, el rey Alfonso VII, el Emperador, otorga en Salamanca el Fuero al concejo de Alba, con jurisdicción sobre un amplio marco territorial conocido como “villa y tierra”. La villa estaba formada por el núcleo de población murado y su arrabal y las vecindades de Martinvalero, Amatos, Las Huertas, Palomares, Tejares, Torrejón y Aldehuela. Estas vecindades se abscriben a distintas colaciones o “collaciones” de la villa con el fin de tributar a las iglesias de Alba: “Tejares nombra empadronador y cogedor junto con la iglesia y collación de Santo Domingo, uniéndose a ellas San Marcos y Santa María de las Dueñas, hospital y monasterio respectivamente; Amatos a San Salvador; Martinvalero y Palomares con San Esteban; Torrejón con San Juan; Las Huertas –o Los Huertos- y la Aldehuela, que están vinculadas a San Leonardo, monasterio, constituyen una circunscripción única sin anexión a ninguna iglesia de Alba.

El rey Enrique II de Trastámara, en el año 1373 entrega Alba de Tormes como dote al infante portugués Don Dionís, prometido de su hija doña Constanza. El incumplimiento matrimonial dio lugar a que la villa pasase a don Juan, duque de Valencia y hermano de don Dionís, a la sazón desposado con doña Constanza. La hija de ambos doña Beatriz de Portugal, será señora de Alba hasta 1411, y, a su muerte, engrosa el patrimonio de los Infantes de Aragón.

Las guerras entre los Infantes de Aragón y Juan II, rey de Navarra (1429-1430), se resuelven con la victoria de éste último apoyado por Don Alvaro de Luna y otros grandes linajes, provoca que el señorío se ceda a la estirpe Álvarez de Toledo. El primer señor de Alba de la familia será desde el 4 de marzo de 1430, Don Gutierre Álvarez de Toledo (Obispo de Palencia), quien levanta un hospital, el monasterio de San Jerónimo y el palacio. La villa la hereda en 1446 su sobrino Don Fernando Álvarez de Toledo, señor de Salvatierra y, desde 1439, primer Conde de Alba. Don García sucede a su padre en el año 1464 añadiendo a la casa la dignidad ducal a partir de 1469, por concesión de Enrique IV. A finales del siglo XV (1488), toma posesión del ducado Don Fadrique, quien se lo cede a su nieto Don Fernando Álvarez de Toledo, más conocido como el “Gran Duque de Alba”, por sus hazañas bélicas y por su labor a favor de las artes y las letras.

La villa durante el siglo XVI desarrolla la vida cultural más fértil de su historia de la mano del III Duque de Alba y de Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, Santa Teresa de Jesús. La Santa visita Alba de Tormes para asistir al enlace de su hermana doña Juana de Ahumada con Don Juan de Ovalle –contador de la Casa de Alba- y para fundar un monasterio de la orden del Carmelo a instancias de Don Francisco de Velásquez y Doña Teresa de Layz. La comunidad de monjas se traslada al convento definitivamente en 1571. Unos años más tarde, de regreso de uno de sus viajes procedente de Medina del Campo, Santa Teresa enferma y muere en su celda del Monasterio de la Anunciación el 4 de octubre,a las nueve de la noche de 1582.

La historia de Alba de Tormes se oscurece en los sucesivos siglos al coincidir con los destrozos provocados por las grandes crecidas del río Tormes (1626, 1739, 1743 y 1840), la Guerra de la Independencia (1812-1813) y el proceso desamortizador de los bienes religiosos (1836). La recuperación y el desarrollo adquirido a finales del siglo XIX y durante el XX nos indican que Alba de Tormes quiere tener un hueco en la historia del nuevo milenio.

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